La genuina compasión
En nuestra condición de seres humanos, de animales sociales, para nosotros es muy natural amar. Incluso amamos a animales e insectos, como las abejas, que producen y acumulan miel. Yo admiro realmente el sentido de responsabilidad común de las abejas. Si observamos una colmena, vemos que esos pequeños insectos que llegan de tan lejos, sólo se toman unos segundos de descanso y vuelven enseguida a volar. Son fieles a su responsabilidad. Aunque a veces luchen entre sí, básicamente tienen un gran sentido de la unidad y la cooperación. Se supone que nosotros, los seres humanos, estamos mucho más avanzados, pero a veces nos quedamos a la zaga de esos bichitos.
Los humanos, como animales sociales que somos, no podemos sobrevivir solos. Si fuésemos solitarios por naturaleza, no existirían los pueblos o las ciudades. Dada nuestra naturaleza, debemos vivir en un entorno cooperativo. La gente que carece de sentido de la responsabilidad hacia la sociedad o de sentido del bien común actúa en contra de la naturaleza humana.
Para que el género humano pueda sobrevivir, necesitamos mantener una cooperación genuina basada en un sentimiento de fraternidad y
solidaridad.
Todas las religiones del mundo recalcan la importancia de la compasión, el amor y el perdón. Cada una puede interpretados de distinto modo, pero, en términos generales, todas fundamentan su comprensión basándose en la fraternidad, la solidaridad y la compasión.
El amor y la compasión son la base del verdadero perdón. Sin ellos es difícil llegar a perdonar a los demás. El amor y la compasión son cualidades humanas básicas.
La verdadera compasión surge al ver el sufrimiento de otra persona. Experimentamos un sentido de responsabilidad y deseamos hacer algo por ella.
Para cultivar y desarrollar en nosotros una genuina compasión, necesitamos identificar la naturaleza del sufrimiento y el estado de sufrimiento que experimentan los seres sensibles.
Como deseamos liberarlos del sufrimiento, debemos ante todo identificar qué es el sufrimiento. Cuando el Buda enseñó las Cuatro Nobles Verdades, habló de tres clases de sufrimiento: el sufrimiento evidente y agudo, como el dolor físico; el sufrimiento del cambio, como las experiencias placenteras que tienen el potencial de cambiar en sufrimiento; y el sufrimiento omnipresente, que es el factor básico de la existencia condicionada.
Para cultivar la compasión, debemos reflexionar en primer lugar sobre el sufrimiento e identificarlo como tal. Al reflexionar a fondo sobre la naturaleza del sufrimiento, siempre es provechoso buscar otra alternativa, ver si es posible llegar a liberamos del sufrimiento. Si esto no es posible, el hecho de reflexionar sobre él nos deprimirá y será una acción inútil.
Si no hay posibilidad de liberamos del sufrimiento, es mejor no reflexionar sobre él en absoluto.
Después de describir el origen del sufrimiento, el Buda habló sobre la extinción del sufrimiento y el sendero que conduce a su extinción. Cuando nos damos cuenta de que es posible eliminar la raíz que origina el sufrimiento, este conocimiento aumenta nuestra determinación de identificar el sufrimiento y reflexionar sobre él en sus tres distintos niveles, y esto nos inspira a buscar la liberación.
Para poder practicar la compasión hacia todos los seres, es importante ser capaces de generar un auténtico sentimiento de paciencia y tolerancia hacia nuestros enemigos, y para aprender a cultivar una paciencia genuina hacia nuestros enemigos, hay cierto tipo de ejercicio mental.
La compasión y la motivación altruista son realmente maravillosas. A veces me asombro al ver que los seres humanos podemos desarrollar esta clase de altruismo. Es en verdad una valiosa fuente de fuerza interior, felicidad y éxito futuro.
Por Su Santidad el Dalai Lama
Texto extraído de Mundos en Armonía, diálogos sobre la acción compasiva. Por cortesía de Ediciones Oniro, S.A.